La piedra
I
En hileras puestas
Las piedras guardan los secretos más íntimos;
en sus vísceras de adobe nos multiplicamos,
extendemos nuestro señorío
marcando con grandes piedras territorio
y alejamos al resto de las fieras.
También las amontonamos hacia el cielo
en señal de grandeza,
desnudos colosos,
cuan Dolmen o Menhir.
Así, Nueva York como Petra
se alían en su propósito
para alcanzar el corazón del dios.
Hammurabi y Moisés
esculpieron la palabra
en su piel,
y el mismo Cehéops en su delirio
se supo inmortal entre ellas.
La memoria pertenece a la piedra,
y en la anatomía de cada surco
se esconde la realidad del hombre,
que proyecta su vida
en la cautivadora piedra
del hogar que habita.
I
En hileras puestas
Las piedras guardan los secretos más íntimos;
en sus vísceras de adobe nos multiplicamos,
extendemos nuestro señorío
marcando con grandes piedras territorio
y alejamos al resto de las fieras.
También las amontonamos hacia el cielo
en señal de grandeza,
desnudos colosos,
cuan Dolmen o Menhir.
Así, Nueva York como Petra
se alían en su propósito
para alcanzar el corazón del dios.
Hammurabi y Moisés
esculpieron la palabra
en su piel,
y el mismo Cehéops en su delirio
se supo inmortal entre ellas.
La memoria pertenece a la piedra,
y en la anatomía de cada surco
se esconde la realidad del hombre,
que proyecta su vida
en la cautivadora piedra
del hogar que habita.